Cosas difíciles

Ahora todos apreciamos la belleza de media cara, pero estamos como para reconocer a la gente por la calle sólo por sus ojos.

mascarillas cara

Texto: Javier Cuesta y Fotos: Secundino Pérez

Una vez, el gran Homer Simpsons no se acordaba del color de los ojos de Marge y ella le castigaba con el látigo de su indiferencia (que diría aquella vieja gloria del periodismo local) hasta que lograse acertar de nuevo ese detalle tan importante para una mujer. Entonces Homer soltaba una retahíla de colores al tuntún y al final, casi desesperado, tratando de ablandarla le preguntaba lloroso: “¿bonitos es un color?” Ahora todos apreciamos la belleza de media cara, de los ojos en concreto: azules, verdes, marrones o simplemente… bonitos. Pero estamos como para reconocer a la gente por la calle sólo por sus ojos. Es complicado. Yo habré devuelto el saludo a medio centenar de tipos sin saber quiénes son; ellos, dudo que sepan a quién saludaban.

Con un trocito de rostro es difícil a veces identificar a alguien. Y nos amenazan con la mascarilla (o tapabocas, que suena hasta más literario) por mucho tiempo. Lo mismo sucede con la distancia de metro y medio. Así es imposible, así no hay quien pueda oiga. Dudo que algún compatriota lo haya conseguido. Nacho Vidal está en horas bajas y al resto nos falta un palmo, por lo menos.

Y nos ocurre como en el chiste del tipo inexperto que llegó por primera vez con un cheque nominativo al banco y le dijeron que para poder cobrarlo tenía que firmarlo por detrás; colocó el talón en su espalda con una mano y haciendo un escorzo con el bolígrafo en la otra, se quejó amargamente: “mecagüental, cada día ponen las cosas más difíciles

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