EL CORTOMETRAJE DE UBALDO

Texto: Marisa Pérez Fotos: Secundino Pérez y Video: Cineclub Candilejas

Como relató el periódico La Crónica en su sección de ‘Ocio’, aquel domingo de agosto de 1988 acabábamos de rodar el cortometraje que yo había soñado. Sí, era  una hermosa mañana de domingo. Todos los que pertenecíamos a la asociación ‘Candilejas’ amábamos el cine, pero durante la semana trabajábamos en diferentes actividades. Aquel día el escenario fue La  Candamia para  así resaltar esos tonos rojos de la montaña, y porque necesitábamos un río y una senda por la que aparecía Manolón, sudoroso, a refrescarse mientras el indio Ubaldo -derecho como un  pino- permanecía atento a cualquier sonido.

El resto de la tribu: Isabel, Bubu, Raquel, Victor, Belén y Arturo -que trabajaba en el Cafetín- tomaba café hecho en una de aquellas Melitas, al lado de la tienda que diseñó Velasco, sí,  el que hizo durante años los carteles del Emperador y dibujaba a los artistas mientras tu podías estar viendo una película en el patio de butacas. Velasco retrató a todos los grandes y se le iluminaba el rostro al hablar de ellos.

La claqueta comenzó a contar: una toma, dos…, y Rafa observaba a través del objetivo. Mientras, el resto del equipo técnico: Jose, Ursi, Gonzalo, Engracia, Macu, Marcos y Aurora, hacía todo lo necesario para mantener todo a punto.

Con el atardecer, finalizó el rodaje. Cansados pero contentos. Días después, Ursi se encargaría del montaje de mi soñado cortometraje, ‘El café de las 4 y media’. En Súper 8 primero y luego en DVD, tras digitalizarlo.

En aquellos días, las reuniones del ‘Candilejas’ tenían como escenario diferentes cafés de la ciudad: El Cafetín, el Mansilla, el Montecarlo. En aquellas tertulias se debatía el funcionamiento del grupo y se diseñaban maratones de cine para el Trianón, que se llegaron a hacer y tuvieron mucha aceptación. Además se llevó el cine a pueblos de la provincial de León como la proyección en Lario, donde el patio de mi escuela fue el escenario y los aplausos finales nos convencieron de que debíamos continuar.

De vuelta a León teníamos el tiempo justo para pasar por la antigua estación y facturar las bobinas que el tren devolvería a su lugar de origen. Así transcurrían aquellos días –años- no tan lejanos en los que el ‘Candilejas’ llevó la ilusión del cine a tantos lugares recónditos de León.

© Cineclub Candilejas

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