El mapa y el territorio

(Parafraseando el título de la novela de Houellebecq)

Texto: Javier Cuesta Fotos: Secundino Pérez

Si algo cierto hemos comprobado en esta llamada desescalada por fases, es que existe la posibilidad de discriminar por territorios, ya sean regiones, provincias, ayuntamientos o incluso áreas de salud. Y eso está bien, parece justo, nadie lo discute, pero ojo, debe servir también en lo sucesivo para, cuando todo esto pase, seguir diferenciando zonas y unificando criterios. Como en las bodas, en lo bueno y en lo malo, en la salud y en la epidemia. Pero no sólo en esta época excepcional, sino en una supuesta normalidad posterior que para nosotros no será tal porque partíamos ya de todos los indicadores negativos posibles. En otras palabras: que León ya se encontraba en estado de alarma antes de esta peste; alarma económica, demográfica, industrial… sin necesidad de que ningún decreto gubernamental lo proclamase.

Y, seamos claros, si después de superada la crisis sanitaria no escuchamos hablar por aquí de Solidaridad e igualdad territorial (artículo 138), de Igualdad de los españoles en los territorios del Estado (art. 139), de Autonomía y democracia municipal (art. 140) o de Cooperación entre Comunidades Autónomas (art. 145), no sé para qué necesitamos esa organización territorial del Título VIII de la sagrada Constitución. ¿Para consagrar regiones ricas y pobres; para bailar con la más fea en la desescalada y en la escalada también?

Nosotros en la fase cero llevamos estancados muchos años. Cada vez que pintan el mapa del país, en el territorio de León dibujan siempre los pantanos. Y aquí seguimos: empantanados.

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