JULIO LLAMAS DIEZ

Tardó dos veranos trabajados en reunir el dinero para comprar su primera cámara de fotos. Una afición que había dejado aparcada tras sus primeros escarceos con la Tomavistas Bauer de sus padres con 14 años, para adentrarse en el dibujo e intentar acceder a la Escuela de Bellas Artes de San Fernando.
Texto: Ana Ustariz
La adolescencia y su querencia a los animales le llevó a cambiar San Fernando por Biológicas, y allí las amistades hicieron resurgir en él su interés por la fotografía que le obligó a ‘currarse’ los veranos para dejar de tomar prestadas las cámaras de fotos de sus amigos.
Hoy Julio Llamas Diez compagina su empresa de informática con la fotografía y la presidencia de la Asociación Legio Photos VII, y se asoma a la Galería de LeonLife con una serie de naturaleza aunque como él dice «me gusta también la calle, los eventos familiares, los viajes….todos los palos, todas las notas, todas las armonías, pues se vive demasiado poco como para reducirte a unos pocos palos de la fotografía, y eso mismo me pasa con otras aficiones como la música a la que soy aficionado desde que tengo recuerdo de las cosas. No concibo el desaliento a lo distinto en materia alguna. Tampoco en la fotografía”.
Aquella primera cámara adquirida con las pagas de sus trabajos de camarero en Torrevieja o en la vendimia en Ciudad Real, fue una Pentax MX que hoy ocupa su espacio en la estantería de su casa junto a otras glorias analógicas.
Ahora acaba de adquirir una Canon AV1 y también maneja una Canon EOS 1100D, una Fujifilm Finepix SL, una Canon 7D y una Sony Alpha 7II. “Además tengo una GoPro, pero la usa más Fray, nuestro dálmata que yo porque se la ponemos en la grupa, configuramos una foto por segundo y a recorrer calles y caminos, creo que ha hecho más fotos en los once años que tiene que yo a lo largo de mi vida”.
Antes que Fray, el principal testigo de sus primeros revelados de negativos en blanco y negro, ampliadoras y papeles, fue Tifón “un pastor alemán que mis padres trajeron de Alemania a la vuelta de su largo periodo de emigrantes. Antes de volver definitivamente me preguntaron qué quería del país donde aprendí a leer y escribir y la decisión era fácil, un pastor alemán y extrañamente cumplieron”.
Tifón le acompañó en sus primeras experiencias con cubetas, líquidos, y carretes “en el cuarto oscuro que me monté en el patio de mi casa” y aunque dice haber hecho entonces muchas fotos de campo, a familiares y amigos, no recuerda cuál fue la primera revelada “pero es posible que fuera a Tifón, Mi Íntimo Confidente”.
No concibe la fotografía como mero espejo de la realidad, por eso marca un “depende” a la edición y los filtros en sus fotografías ya que a su juicio, como en la música o la pintura, “eso que estás creando es muy posible que no exista en la realidad que fotografiaste, incluso hasta no quieres que hubiera existido y entonces necesito cambiarlo”. Un aderezo lejano de la improvisación que le gusta en el retrato “donde el retratado me cuenta su vida y yo me arriesgo a encontrar en una pequeña fracción de tiempo, mi propia visión de su persona”.
Dedica a la fotografía menos tiempo del que desearía, quizás porque ha de atender otras aficiones como la música, la lectura, el dibujo y los paseos con Fray, sin olvidar el trabajo y la casa, y reconoce que para él hacer fotos “es hablar estando callado, es conversar con el espectador sin estar presente, algo así como pintar una escena, pero más rápido”.
Tiene claro que no hay fotógrafos mejores y por ello no nombra el trabajo de ninguno, excepto para remarcar que “hay fotos de mis propios compañeros aficionados que las pondría por encima de otras de Cartier Bresson, Leibovitz, Capa, Man Ray, Ansel Adams…”, al tiempo que señala que a lo largo de su afición le han marcado “todos los fotógrafos que he visto, famosos y aficionados. Me han marcado fotos, no fotógrafos, escenas, historias, incluso la vida, miserias y alegrías alrededor de una fotografía, como el trabajo de los fotorreporteros y ahí tengo que recordar a Leonardo Henrichsen quien murió hace 40 años por el disparo de un golpista chileno y del que Google no se acuerda cuando escribes en su buscador ‘fotógrafos famosos’”.
Y mientras reflexiona sobre su afición no puede por menos que dudar “si hay afición por la fotografía entre los jóvenes, si la fotografía del futuro será los resultados de los instagrameros, facebookeros, twitteros y demás pobladores de redes insaciables, si necesitaremos de la inteligencia artificial para hacer mejores fotos y si seguiremos siendo conscientes de que la verdadera foto la crea el camarero y no la cámara ni el post-procesado”.