León. Fútbol y ADN

Texto y foto: Javier Cuesta
Habrá que empezar con el fútbol, que es -según atinado epigrama del filósofo Valdano- la más importante de las cosas menos importantes.
Dice a menudo el doctor V. que es más fácil llegar a presidente del Gobierno que a jugar en el Real Madrid. Y la afirmación, aunque en principio parece una boutade, estadísticamente es incontestable. Sin ir más lejos, en León logramos aupar a un tipo como presidente durante ocho años, sin embargo no conocemos a ningún compatriota que juegue o haya militado nunca en el primer equipo merengue. Ojo al dato, diría aquel butanito.
La paradoja es mayor aún, pues mientras miles de chavales de la cantera patean un balón, no existe una escuela de políticos locales haciendo esfuerzos por convertirse en futuros grandes dirigentes. Cada sábado y domingo, docenas de entusiastas chiquillos de docenas de edades y de docenas de categorías, corren tras una pelota en docenas de campos de la geografía provincial. Durante muchos años, en el barro o en la hierba, bajo lo lluvia o al sol, hasta con hielo y con nieve. Cientos, miles de potenciales crack, miles de expectativas, de goles soñados. ¿Y? Nada. Que no llega ninguno. No ya a jugar en uno grande, ni siquiera en ningún equipo de primera o segunda división. Es más, no hay un solo leonés pisando el estadio Reino de León con el equipo emblemático de la ciudad, la Cultural y Deportiva Leonesa… ¡de Segunda B!
Ahora que lucimos orgullosos ADN en una escultura metálica, ¿cómo explicar que ningún joven nativo acabe siendo válido para un deporte que se practica masivamente y que es una cuestión -como cualquier otra disciplina- de ejercicio, esfuerzo y superación? ¿son torpes nuestros chicos o no sirven sus entrenadores? ¿es fracaso individual o colectivo? Quién sabe, pero seamos realistas: si lo de la Región leonesa va para largo, lo de una selección leonesa de fútbol parece inalcanzable. Antes colamos otro goleador en la Moncloa.