Pero, ESCÚCHAME!!

Texto y voz: Leonor Bellis
ACÉRCATE. No ocultes tus ojos bajando la mirada. Sé que intentas disimular tu tristeza forzando una sonrisa engañosa.
SIÉNTATE A MI LADO. Yo también he recorrido caminos espinosos y he padecido pesadumbre, porque los vaivenes de la vida se obstinan en mantenerme en un vilo casi constante.
-No me pasa nada; estoy bien– aduces con la crispación reflejada en tu rostro. Insistes en negar la aflicción que te invade desdibujando, a duras penas, la preocupación.
Te han enseñado que la valentía exige eludir el sentimiento: “Vamos, que no se diga, hay que echarle narices; tú puedes con eso y con mucho más”.
¡Cuánto lamento que lleves a fuego, impresa en la piel, esta frase cruel e intransigente que no permite el llanto!
Imaginas que dar rienda suelta a tu dolor delatará flaquezas ocultas. ¿Acaso temes que tus palabras sean un balcón abierto que libere tus debilidades?
Presiento que esas palabras se agolpan en tu mente; pelean por ser pronunciadas, pero no permites que traspasen el umbral del pensamiento por miedo a la crítica fácil.

Pero, ESCÚCHAME. Disfrazar la emoción que abate tu alma solo causará estragos en tu vida. El desahogo es el alivio que puede librarte de caer exhausto.
NO TE INQUIETES. Nunca me atrevería a emitir juicios, ni dictar pareceres. ¡Cómo podría! He experimentado en mis propias carnes tener que dar un sinfín de explicaciones por mi actitud, y hasta disculparme por sentir miedo.
En una ocasión me topé con una frase de Sófocles: “Quien no haya sufrido lo que yo, que no me dé consejos”, y que traigo siempre a mi memoria cuando necesito mantenerme firme en mis convicciones, que no son fruto de la cobardía; muy al contrario, nacen de la responsabilidad y de la forma particular y única que tengo de encarar las adversidades y de enfrentarme a ellas.
DEJA QUE TE ABRACE. Quiero ser un lenitivo para tu desasosiego.
Solo puedo acompañarte, escucharte y compartir la marea de sensaciones contradictorias que irrumpen ahora en tu cabeza, provocando que dudes de ti mismo. ¡NO LO HAGAS!, concédete el derecho al desaliento y a la equivocación. Y siempre, ¡CRÉEME!, con la cabeza bien alta, porque eres la persona más valiente que he conocido.