Triaje cultural

Texto: Javier Cuesta Fotos: Secundino Pérez y Javier Cuesta
Qué gracioso era ver colas de gente delante de los estancos pero nadie esperando en bibliotecas o librerías porque estaban cerradas. Libros proscritos; droga demasiado dura.
¿Y si yo tenía el vicio incorregible e irrefrenable de leer?

Abiertas hasta el amanecer estuvieron las redes sociales, nidos de troles generalmente dedicados a insultar, intoxicar y malmeter. Los diarios fueron proclamados servicios esenciales, cuando se ha demostrado que son verdaderos manantiales de bulos y utensilios domesticados por el poder, sea el que sea; más aún en este país en el que están absolutamente polarizados, radicalizados, subvencionados, prostituidos.
En cambio, librerías y bibliotecas chapadas a cal y canto, a diferencia de algún país europeo en el que sí se las consideró importantes. Todavía ahora los periódicos insisten mucho en que ellos no transmiten el virus, mientras los libros prestados deben quedar en cuarentena catorce días en las bibliotecas, como si hubiera una pasta de papel buena y otra mala.

Triaje fue una de las palabrejas que tristemente se pusieron de moda en estos meses. Aquí las autoridades (triaje cultural) se inclinaron por salvar lo nuevo, lo joven, lo digital, lo manipulable; aquí siempre tenemos debilidad por lo tóxico.
¿Libros imprescindibles, grandes títulos, obras y autores consagrados? Los clásicos suelen ser muy viejos, ya se sabe.