Una cuarentena, ¡guau!

Texto y Fotos: Javier Cuesta

Ahora tu ventana es tu mundo. Es el cordón que te nutre de paisaje lejano, de un trozo de ciudad, de sol o de cielo. La pantalla que te conecta con la vida exterior, escasa y triste estos días. Tu horizonte hoy mide un metro por un metro. O metro y medio, da igual. La distancia de moda, también entre humanos.

Desde ese hueco observas un mundo que nunca había sido tan dual: enfermos/sanos, en-casa/fuera, esenciales/no-esenciales, jóvenes/viejos, responsables/irresponsables, adeptos/críticos, con/sin, amos/no-amos…

Por ese pequeño cuadrado miras y ves. Sientes. Oyes y escuchas, y te sigues asombrando (el diálogo es real):

• Pues mira, hija, ayer ésta me dio un día que pa´qué. Le dolía la barriguina, la estuve haciendo masajes más fuertes y nada, así que tuve que marchar al veterinario y allí, claro, esperar dos horas por los análisis, fuera de casa y con este lío, y al final, no sé, igual son gases… te digo que estoy harta.

• Vaya por Dios, chica. A ver si se le pasa. Pues nosotros nos vamos ya, que es tarde. Rufus, hijo mío, venga, date prisa, ¿lo haces o no?, termina que son casi las tres, vamos a ñam ñam.

Menos mal que no dijo a ñaca ñaca. ¡Aaaaaaag! El encierro es poco, si puedes refúgiate en la sedación.