Y ahora para qué ver el mar…
#DíaMeteorologicoMundial
Texto y fotos: Secundino Pérez
Mi abuelo no conoció el mar. Una vez le pregunté si quería ir que yo le llevaba y dijo: “ahora para qué??” y no supe qué responder. Yo había soñado con el mar hasta que, siendo yo un joven adolescente, mi padre se fue a trabajar a Pontevedra y de paso los hijos íbamos de vacaciones. Llegamos en un seat 124 y el primer golpe de vista del mar me cautivó para siempre. Nadé en sus aguas, leí en su orilla, pensé, soñé y lloré. Me sentaba en unas rocas del final de la playa de Mogor y el tiempo se detenía.
Y así fui creciendo, siempre compartiendo un tiempo con el mar. La costa levantina de Alicante me ha visto crecer, y he disfrutado de sus aguas incluso a veces torrenciales. Siempre bien. Ahora echamos de menos el mar, también, el Charly, el Benito, el restaurante junto al teatro donde grita un camarero: “una rusa, que todos sabemos lo que es, una ensaladilla…!!”. Y el Niza en la playa de Muchavista. Siempre amables y dispuestos a cuidar de los clientes. El calor de la playa lo sueño. El azul inunda los sueños.
Y mi hijo corre por la playa como si hubiera nacido en ella. Saluda a la única que de su edad o poco mayor y no necesitan intérprete pese a que ella, sí es rusa. Volvemos siempre a El Postiguet de Alicante, enfrente hay una heladería que es la mejor del mundo mundial. El mercado contiene todos los olores y colores del mar. El atún rojo te lo dan a probar sobre el filo del cuchillo que miedo da si no fuera por la sonrisa del pescadero. Llega el verano, junio, las hogueras de San Joan y nosotros llegamos desde León ávidos de sol. Nos acercamos nada más llegar y con prisa nos adentramos en el mar. Es de noche, la luna brilla encima. Nos sumergimos y reímos. Ahora ya sabría qué contestar a mí abuelo. El mar te da paz y libertad.
