“Ha sido un trabajo muy bonito y a veces muy duro»
De niño, en La Bañeza, dijo que quería ser médico y lo es. Cuidó la sanidad de los presos. Fue el médico de los aluches. Es la cara visible de la lucha contra la Covid en la comunidad universitaria de la que es catedrático e investigador y cuando le queda tiempo lo dedica a su huerta en Moral del Condado
Texto y fotos: Secundino Pérez
“Qué largos eran los veranos infantiles” recuerda Vicente Martín en el Adelanto Bañezano, el periódico que le vio llegar a la edad de siete años. Venía de Salamanca, de los Pizarrales. A su padre le ofrecieron trabajo en la farmacia Montalvo y así llegó a León con su familia. Cuando le preguntaban qué quería ser de mayor dijo: “médico” y lo logró en la Universidad de Oviedo. Al acabar vio una oportunidad en la Sanidad Penitenciaria Catalana y al poco tiempo pasó a organizarla. “Acababan de coger las transferencias y pensé que podía hacer algo diferente. Fue una experiencia bastante buena. Nos dejaron dar preservativos y jeringuillas a los presos”. Era la época del Sida. Años muy duros. “Fuimos los primeros del mundo en vacunar frente a la hepatitis. Costaba una pasta. Unas 10.000 pesetas del año 86. La situación era terrible”. Así Vicente, no solo prestando atención, sino registrando los datos, analizando lo que sucedía y cómo evolucionaba el virus se convirtió en un especialista en transmisibles. El informe “demoledor” sobre la sanidad en prisiones del Defensor del Pueblo de aquel año “solo salvó a la mía”, refiriéndose a la primera prisión construida por los catalanes, Quatre Camins.
Su mujer, de Moral del Condado, le devolvió a León y de la mano de su suegro conoció los aluches. Orgulloso de ser el responsable sanitario de la prisión de León y no tener casos de tuberculosis por la prevención, se fue aficionando a ir a los corros. Un día le pidieron colaborar y con la ayuda de otro colega, Cesáreo, empezó a ser el médico de los corros y “la broma duró” otros veinte años. Mientras, le ofrecieron dar clase en la Universidad de León y pensó compatibilizar, pero dejó la prisión y se quedó con los aluches y las clases. Con los aluches “recorrías la provincia… Era muy bonito. Ver a Rodrigo o a Tomasín, que los conocías desde niños y antes de que cayeran ya sabías de qué se iban a quejar”. A base de investigación consiguió cambiar una norma para reducir las lesiones. Llegó a ser candidato a la presidencia y a ser socio fundador de un nuevo club, “Aluches Tierras de León”. Esta tierra por la que siente pasión y de la que presume. “No oirás a nadie que no le gusta esto”, dice Vicente refiriéndose los grupos de gente que por diferentes motivos trae a León.
En Moral del Condado “tengo huerta y amigos, todos van a verme los tomates”, y ríe. Le gusta vivir en la tierra de su mujer que es donde están sus amigos, La Venatoria, su equipo de investigación del que dice estar muy orgulloso: “Me gustaría dejar un grupo potente de investigación que siguiera con las relaciones internacionales”.
Ahora, además de catedrático e investigador, es la cara visible de la lucha contra la pandemia Covid en la Universidad. “Ha sido un trabajo muy bonito y a veces muy duro. Ver cómo tranquilizabas, cómo los rastreadores llamaban: ‘cómo estás, qué necesitas…’, jugamos un papel importante acortando la duración de las olas con PCRs rápidos, cuando el sistema sanitario estaba saturado”. Vuelve a hablar con orgullo de las personas que le rodean, de los rastreadores, de Ana Carvajal y su equipo, de la universidad y sigue agradeciendo… Mientras hablamos en el bar de Tomás, el León Antiguo, los pájaros no callan y otro amigo se acerca a saludar a Vicente.